lunes, 2 de octubre de 2017

Todavía a tiempo de ser joven

Que la vida iba en serio.
Vaya que sí.
Y antes de entenderlo
ya tienes las manos atadas,
el alma vendida
y el corazón encurtido.
Pobre vida.
Y todo por querer enseñarnos
a ser felices.
No os culpo,
es demasiada responsabilidad
vivir según sus normas,
como sentir,
donde amar,
cuanto comer,
cuando beber,
que decir,
porque callar,
a quien obedecer.
Pobre vida.
Ella sólo quiso
darnos todas las posibilidades,
no quería abrirnos puertas
porque nunca las hubiese construido
y ahora
su brisa
intenta derribar las paredes
porque no es sólo aire,
son todas las esperanzas que abandonaste,
los sueños que naufragaron,
las ideas que, en forma de constelación,
te alumbran cada mañana
al despertar.
Ella nunca tuvo la culpa
de que se nos quiera presos;
ella nunca
jugó de su lado;
ella es de todas
y todas
estamos inmersas
en el maravilloso juego
que es aprenderse
más allá
del cómo, el dónde, el cuánto,
el cuándo, el qué, el porqué,
más allá de a quién,
aprenderse a obedecerse,
a callar pero decir,
a beber y comer del amar,
aprenderse para sentir
porque la vida iba en serio
y queda tanta.
Que no nos de miedo volar,
saltemos desde nuestras mentes
al centro del mundo
y entre el magma y los fluidos
flotemos libres como somos;
que no nos de miedo luchar,
dar un abrazo,
prestar una mano,
salir a la calle
y gritar-le al mundo
que no está solo;
no tener miedo a sentir,
no tener miedo a vivir.
Porque la vida va en serio

y es mejor no entenderlo más tarde.

Bueno, nada más por hoy, disfrutadlo y compartidlo. Seguid con vuestras cómodas vidas.  

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