lunes, 30 de septiembre de 2013

Tensión cósmica no resuelta...

Situado en el centro
de las tres únicas estrellass
que el cielo de Zaragoza
me enseñaba aquella noche.
Me enseñaron que al ver una,
la más desvergonzada
las demás se ven arrastradas
y no les importa brillar con más fuerza.
Son las tres más brillantes
en un cielo saturado,
también de luces cegadoras
pero esas son visuales.
Y no se sí es la osa mayor,
o la menor, o la polar,
nunca me interesé en esa materia,
yo sólo quiero obervar estrellas.

Bueno, nada más por hoy, disfrutadlo y compartidlo. Seguid con vuestras cómodas vidas.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Contradicción...

Volver a creer en la magia
por no querer ir a la cama
y mira ahora la contradicción,
aunque de vez en cuando
venga bien una tarde de salón.
Ahora son diferentes sitios
pero los mismos sentimientos,
y aunque es distinta la zona
son los mismos reglamentos
los que quiere controlar nuestras vidas.
Descubrí en este tiempo
que no sólo una rubia me entiende
y esto parece Estados Unidos,
unas en las barras
y la otra en las estrellas.
No importan las horas,
los minutos, los kilómetros,
todo es poco en mi cerebro,
no me siento mal por sentirme mal,
me siento mal cuando no puedo.
En realidad ya no sonrío
me lo robaste,
por eso no te vayas
mientras pueda alcanzarte
y me contagies esa sonrisa tuya.

Bueno, nada más por hoy, disfrutadlo y compartidlo. Seguid con vuestras cómodas vidas.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Gris claro...

Más represores que reprimidos
frente a las puertas del Corte Inglés,
pedigüeños tomando festines
sólo de los contenedores,
estudiantes "sin recursos"
fumando y mejor vestidos que algunos,
chistes de bocas secas
esperando risas sordas,
inhumanidad en las calles
con las sonrisas encerradas,
noches de gritos y ambulancias
sin estrellas en el cielo.
Gente con vocación
preparando un futuro cercano,
no son nada cuatro años
con las ganas al lado;
gente por la calle
demostrando como es,
veo sombreros y bombines
y corbatas sin traje;
parques y plazas
que me llenan el alma
más que cualquier buffet libre
y más según con la persona;
lugares por descubrir,
locales que encontrar,
variedad inyectada a fuego
aún dentro de la monotonía;
arte callejero
ya sea en paredes o con instrumentos,
estatuas humanas
o artistas de metro al descubierto;
nuevas vivencias
y nueva inspiración,
una época nueva
no sólo como escritor.

Bueno, nada más por hoy, disfrutadlo y compartidlo. Seguid con vuestras cómodas vidas.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Lejos...

Siento miedo a dos bandas
por tener que avivar mi propio fuego
habiendo estado toda la vida
bajo el resguardo de hogueras expertas.
Ahora hago un Gary Cooper
disparando a mis miedos y mis dudas
y, aunque se disipen con rapidez,
todavía no veo una senda recta,
será por el alcohol o el cambio de ambiente
pero las distancias cortas ahora son enormes,
todo es tan grande y la gente es tan borde
que los únicos que sonríen son los pensionistas
quizás por enseñar su nueva postiza
o porque de verdad se sienten con vida,
con aquella que a todos aquellos,
empresarios trajeados y engominados,
mujeres con vestidos, todos nuevos y caros,
madres y padres que crean educación gritando
y adolescentes con caras largas caminando,
a todos estos vividores muertos
les recomiendo sugestionar a su cerebro.

Bueno, nada más por hoy, disfrutadlo y compartidlo. Seguid con vuestras cómodas vidas.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Afluentes... Parte 2

Pasaron las horas y, sin abrir los ojos, se sobresaltó, debería estar enterrado bajo la arena del desierto habiendo muerto ya por falta de oxígeno y nutrientes pero sin embargo estaba tendido en una arena más rígida y húmeda. Abrió los ojos, se incorporó y echó un vistazo alrededor de aquel nuevo lugar al que todavía no sabía cómo había llegado y a la mitad de ese tour visual encontró unos ojos que le observaban detenidamente desde la izquierda de donde estaba tumbado:
-Al fin despiertas bello durmiente.
-Ahora mismo debería estar muerto, ¿Qué ha pasado en el desierto?
- Es una historia un tanto extensa, prefiero reservármela para esta noche con los otros.
-No entiendo nada, pero que le vamos a hacer, no soy quien para obligar a nadie.
-Hasta entonces túmbate y sigue descansando, si quieres dormir te despertaré cuando llegue el resto – y sin pensarlo dos veces volvió a tumbar su cabeza en el suelo y a cerrar los ojos esperando que todo eso fuera un pequeño sueño post-muerte.

Lentamente fue recuperando la conciencia por lo que la idea de haber muerto en el desierto cada vez se era menos nítida en su cabeza, comenzó a escuchar más voces y reconoció la del chico con el que había estado hablando antes.
-¿Quién es? ¿Por qué le has traído?
-Tranquilos, parece buena gente y estaba a punto de morir en el desierto cuando le vi, no me costaba nada traerlo aquí y al menos que se recupere un poco.
Se incorporó lentamente mientras escuchaba aquella conversación que no le dejaba en muy buen lugar.
-No hace falta que me quede si causo tantas molestias, yo ya me había hecho a la idea de morir en el desierto así que tampoco me importa mucho seguir vivo.
-Por fin vuelves a despertarte, no te preocupes, sólo son un poco reacios a los extraños pero se les pasa rápido - se comenzaron a cruzar miradas y sobre el pequeño campamento se comenzaron a crear nubes de tensión -. Acércate, no te va a morder nadie.
Acabó de ponerse en pie y se acercó a la enorme hoguera alrededor de la que estaban el resto del grupo sentados. Al acercarse vio que su pequeña silla estaba ya colocada con su mochila al lado, se acercó y sin hacer preguntas se sentó en su sitio.
-Entonces ¿quién eres tú y que haces aquí? – preguntó uno del grupo.
-Quien soy tampoco tiene mucha importancia, dejé toda personalidad de mi cuando me fui d la ciudad y no me he planteado crear una nueva para vivir en el desierto, si me queréis encasillar en algo podéis llamarme ermitaño del desierto. Sobre cómo he llegado hasta aquí también me lo pregunto yo – dijo mientras se giraba con una mirada interrogante al chico con el que había hablado al principio.
-Creo que yo soy el único que puede responder a eso, pero todo se puede basar en que encontré por casualidad a un hombre enterrado en la arena del desierto y no quise dejarle morir ahí, no me parecía ético, así que decidí traerte al campamento para que te recuperaras al menos, si quieres volver, el desierto está unos pocos kilómetros hacia el este.
-Creo que me suena este lugar, alguna vez llegué a parar a esta playa, todavía me parece impresionante que a tan poca distancia convivían algo tan contrapuesto como el mar y el desierto, y sobretodo el cambio ambiental que hay.
-Es por las montañas – señaló otro del grupo -, ese desierto está rodeado de altas montañas por lo que ni las nubes ni las brisas ni las corrientes de aire suelen llegar a esa zona, de ahí el cambio, pero tras el dato interesante del día cuéntanos ¿qué hacías en el desierto solo?
-Alejarme de la civilización, los años que pasé ahí no me gustaron así que decidí alejarme de ella y perderme en algún lugar donde nunca más pudieran volver a encontrarme; no me gustaba que todo fuera tan rígido, que todo viniera prefabricado por unas normas que yo no había creado, odiaba ese lugar y no quería permanecer entre esas jaulas de hormigón armado más tiempo así que las cambié por las dunas del desierto, eso es totalmente distinto, en el mismo lugar sólo una hora más tarde puede pasar de haber una duna gigante a ser completamente plano, esa es la libertad que yo buscaba, la movilidad y flexibilidad que no tenía cuando vivía en la ciudad, por eso lo cogí todo y me fui y los últimos años los he pasado paseando por el desierto, descubriendo lugares mágico y otros temibles, conociendo como sobrevivir sólo con los pequeños seres vivos que encontraba y negociando sin tener nada con los mercaderes para conseguir un poco de alimento – todo el grupo miraba asombrado la historia que estaba contando.
-Entonces eres una persona que para no vivir encajonado entre normas se alejó totalmente de ellas – dijo aquel que escuchó gritar nada más levantarse.
-Se podría resumir en eso.
-Me parece un poco  cobarde por tu parte, en lugar de intentar cambiar lo que no te gusta aunque fuera un poco desapareciste y dejaste a gente que quizás estaba como tú sola.
-Podéis llamarme cobarde o lo que queráis, pero no me arrepiento de lo que hice; sí que me plantee luchar para cambiar las cosas, pero no, no había nadie más que quisiera sumarse, todos eran sumisos y no querían saber nada de revolución, y un pueblo sin revolución es un pueblo muerto.
-Si no te gustan las normas podrías quedarte aquí con nosotros – dijo el primero –, tampoco nos regimos por ninguna norma, simplemente por el compañerismo entre nosotros, nadie obliga a nadie a hacer nada.
-Gracias por la oferta pero creo que volveré al desierto en cuanto me recupere, no obstante quizás venga a visitaros alguna noche si me encuentro cerca de aquí.
-Estaremos encantado de recibirte.
Entre risas y reflexiones pasaron la noche alrededor de aquel gran fuego que les calentaba pero al avanzar la noche todos comenzaron a sentir sueño y decidieron dormir, cada uno tenía su lugar, el chico que gritaba al principio se fue a una roca lisa en la orilla del mar, otros dos dormían alrededor del fuego, el que parecía tan listo se había construido una pequeña cabaña y se dirigió hacia ella y el primer chico simplemente se apartó de la hoguera y se tumbó; él, desconcertado por no saber cuál podría ser su sitio para dormir volvió al mismo lugar donde se había despertado las dos veces y se tumbó ahí. En el mismo momento de apoyar la cabeza en el suelo y mirar al cielo sus ojos se abrieron como platos y comenzaron a brillar con una luz especial, en todos los años que había estado en el desierto nunca había visto ningún cielo tan estrellado como aquel, nunca había visto semejante variedad de colores y formas en el cielo nocturno, parecía que lo hubiera absorbido y que no tenía intención de dejarlo ir. En cuento volvió en sí, corrió hacia la mochila y comprobó que su libreta y sus bolígrafos seguían ahí y sin pensarlo dos minutos comenzó a escribir hasta que a su gran libreta se le acabaron las hojas, apoyó su cabeza en el suelo y extendió las extremidades, algo dentro suyo había cambiado, por fin se sentía libre de verdad.
El Sol comenzó a salir por el horizonte que dibujaba el mar y los del grupo comenzaron a levantarse, fueron todos alrededor de las brasas que habían quedado de la hoguera tras toda la noche encendida, buscaron pero no encontraron a su invitado ni tampoco de sus cosas:
-Supongo que se habrá ido ya, quería volver al desierto en cuanto estuviera recuperado y al despertarse se habrá sentido bien y habrá vuelto a herrar por el desierto.
-La verdad que incluso me apena un poco que se haya ido, espero que vuelva dentro de poco.
Pero entonces mirando hacia el mar vieron un pequeño cuerpo en la orilla y algo que se movía en el agua, se acercaron y era él, había llevado su mochila hasta ahí y se había dado un baño después de toda la noche en vela. Cuando salió del agua les miró con una sonrisa en la cara y les dijo:
-Me quedo.
-¿Te quedas? ¿De verdad? ¿Qué es lo que te ha hecho cambiar de opinión?
-Estaba decidido a irme en cuanto saliera el Sol pero ayer, en cuanto me tumbe y vi ese cielo algo dentro de mí se encendió, aquella llama que se había apagado por el cemento y el asfalto se reavivó, no puedo dejar pasar una oportunidad así, esta es mi pequeña utopía, una anarquía en un lugar recóndito donde poder ser como yo quiero, como yo soy, escribiendo mil historias sobre nada en concreto y ayudando a gente que de verdad vale la pena, no me había dado cuenta pero este era el lugar que buscaba, quiero aportar mi granito de arena a este pequeño grupo e intentar arrastrar a más gente como nosotros aquí para que entre todos creemos algo que conduzca de verdad al mar de la libertad.

Tras esto todos se fundieron en un efusivo abrazo mientras en su cara no se borraba la sonrisa y sólo resonaba una cosa en su cabeza: “me quedo”.

Bueno, nada más por hoy, disfrutadlo y compartidlo. Seguid con vuestras cómodas vidas. 

lunes, 9 de septiembre de 2013

Afluentes... Parte I

Aquella noche, como todas, hacía mucho frío en el desierto por el que se pasaba divagando día a día pero no le importaba, hacía ya un tiempo que había dejado atrás su anterior vida y en ningún momento se le había ocurrido mirar atrás siquiera para esbozar un recuerdo en las solitarias noches a las que sobrevivía gracias a las pequeñas nociones para resistir en situaciones extremas que la vida le había ido enseñando y, habiendo planeado antes de irse de su anterior vida lo que le iba  esperar a partir de entonces, llevaba piezas de abrigo suficiente para aguantar las bajas temperaturas. Todo lo que acompañaba su viaje era su mochila y lo que había dentro de ella, una lona con cuatro cuerdas y dos palos que improvisaba como tienda, la ropa de abrigo para las noches, una pequeña silla plegable, tres cantimploras que llenaba eventualmente al encontrar un oasis, una pequeña colección de gorras, lo justo para su higiene personal, algunas prendas frescas para las duras mañanas, una gran libreta y decenas de bolígrafos, aunque todo esto no ocupaba ni la mitad que las ganas que tuvo de marcharse de la ciudad y encaminarse a la aventura convirtiéndose en ermitaño del desierto. La rutina cada día era la misma, se levantaba temprano con los primeros rayos de sol y comenzaba a caminar, con suerte encontraba agua o algún mercader ambulante donde conseguir comida para los próximos días, entre paseo hacia un lado y hacia otro iba cayendo el sol y él colocaba su sillita en la arena para ponerse a contemplar las primeras estrellas que aparecían en la noche y, en más de una ocasión, cogía su gran libreta, uno de los bolígrafos y comenzaba a escribir aquello que esas estrellas le susurraban, tenía ese don especial; al caer la noche y comenzar las bajas temperaturas cogía su ropa de abrigo y articulaba la tienda, entraba y se ponía a dormir, así día tras días, tanto los malos como los buenos.

Pasaba ya el cuarto día sin comida y las fuerzas empezaban a flaquear, en algún momento dejaba de pensar que la muerte era una opción probable en ese momento buscando alguna silueta en el horizonte que pudiera ayudarle pero todos esos gastos de la poca energía que le quedaba a su cuerpo eran en vano, se quitó la mochila de la espalda, la dejó caer al suelo y acto seguido se dejo caer él en la cálida arena apretándola con fuerza, notando como cada grano de arena se escapaba de su mano y él se hundía poco a poco entre ella; en ese momento cerró los ojos con la idea de no volver a abrirlos y si que se puso a recordar todo aquellos momentos pasados que nunca había vuelto a mirar desde que entró en el desierto, todo aquello que le había hecho escoger ese camino por el cual estaba a punto de fallecer pero sin arrepentirse de la decisión en absoluto, recordó las risas, insultos, palizas y todo aquello que, en su infancia se convirtió en el pan de cada día y que, aunque en menor cantidad, se seguían repitiendo, por eso decidió marcharse. En ese momento era un cuerpo yaciente entre la arena a punto de fusionarse totalmente con ella, un ser inconsciente que ya se había mentalizado de no volver a sentir nunca nada más, un escritor fracasado en la fin de sus días, pero cuando todavía asomaba la punta de la nariz del cuerpo, alguien pasó por esa zona y se sobresaltó al clavar la pierna en la arena y pisar lo que parecía un brazo y, tras recuperarse del shock, desenterró el cuerpo y lo llevó con él. 

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Esta es la primera parte de el relato ganador del primer concurso de relatos que la plataforma Bloggerizados realizó. En breves publicaré la segunda y última parte del mismo.

Bueno, nada más por hoy, disfrutadlo y compartidlo. Seguid con vuestras cómodas vidas. 

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Sobrio...

Mis rimas no pueden estar lejos del papel,
tradicional llamadme con rollo bohemio
porque la amante que siempre tengo en la mano
es la cerveza que guarda mis recuerdos
que vivo con ella para poder escribir luego
sobre mi vida estando completa,
nada de lagunas de borrachera,
veo a mis contemporáneos
tirados por el suelo con su almuerzo al lado
sin recordar a la mañana siguiente
en que acera se les calló la dignidad
mientras falsas amistades corren por otra
en el ambiente jovial que lo recubre todo,
otros quizás anden con el bolsillo vacío
y la nariz espolvoreada
mientras mi única droga
es el zumo de la cebada
y las vibraciones que salen de mi auricular.

Bueno, nada más por hoy, disfrutadlo y compartidlo.