Sentarse
por una sola vez a palpar
la realidad del tiempo,
fuera de viajes, pasos o trayectos
abrir los ojos
para dejar de ver.
Una caricia en el meñique de la mano izquierda
que me recuerda a ti
o a cualquier otro,
suave porque
ya se dijo
"el recuerdo pesa menos
que el sentimiento"
una brisa suave que susurra al oído
frases que quedan por escuchar
con tanto cariño
que hasta la peor noticia
reconforta
y las lágrimas tiene sabor a almendras
y huele a viruta de madera o
a almacén de cereales o
a buenos días con lluvia o
al perfume preferido
de personas extraordinarias
Pararse a pensar
en el imposible presente,
acariciar un segundo con la mano abierta,
que no te suelte
Revisar tus pasos
demasiado cortos
demasiado profundos
Y seguid con vuestras cómodas vidas.