miércoles, 10 de julio de 2013

El día que el aire se volvió rojo...

Era un espécimen bastante peculiar, como un hombre sin corazón, como un filántropo solo, un ciego sin ayuda de nada ni nadie; divagaba, como de costumbre, solo por calles y callejuelas que sólo el conocía, parando en bares y tugurios con la misma rutina peculiar de siempre, un whisky con hielo y un platito de ibérico con jamón, chorizo, salchichón, lo típico de cualquier bar español y, en su defecto, un pequeño plato con cacahuetes sin pelar, decía que le entretenía quitarles esa fina capa de piel, sentía que aquello era similar a desnudar a una mujer; era un espécimen curioso, bastante peculiar.
Ese día comenzó su rutina igual que en cualquier otra fecha del calendario, llevaba unos tejanos oscuros y camisa sin corbata, se puso su gabardina larga y el sombrero hacia delante e inclinado hacia el lado izquierdo, lo mismo de cada día. Salió de casa y algo consiguió alterar su conducta por un segundo, pero no prestó mayor atención y siguió adelante hasta el primer bar del que se consideraba asiduo; entró, fue directo al mismo taburete de cada día y pidió lo mismo que cada día "Un Jack Daniel's con hielo y un plato de ibericos", le gustaba tomar los whiskys buenos cuando todavía estaba sobrio. Salió a la media hora y fue al siguiente bar y al siguiente y al siguiente y en cada uno bajaba la calidad de la bebida, Ballantines, J&B, DyC... y con ello bajaban sus aptitudes mentales y físicas. Fue en la puerta del quinto bar, el más andrajoso de todos y donde solía acabar las noches sentado en la mesa del fondo a la derecha sosteniendo en su mano izquierda una pluma que debió caer en sus manos de alguna herencia de un familiar que ya no recuerda y el cuaderno apoyado en la mesa con textos inteligibles y tachones por todas partes que guardaba en el bolsillo derecho de su gabardina y que sólo usaba cuando su nivel de ebriedad era el máximo que su cuerpo podía tolerar; apoyó todo el peso de su cuerpo en sus brazos, apoyados en puerta del bar y entonces, al leer el cartel que ponía "tirar", con el que siempre tenía sus encontronazos, lo vio, vio que durante toda su rutina diaria ese día un elemento cambió, que durante toda su ruta algo había cambiado, el cielo había cambiado. Miró arriba y en lugar de ver el claro azul con irrupciones blancas en forma de nube lo que vio fue un rojo intenso que transmitía ese mismo color a todo el ambiente, todo tenía un tono rojizo, eso que le había sobresaltado al salir de casa, esa sensación que pasó por su cabeza y que desestimó era eso y no había querido verlo. De repente todo el alcohol dejó de hacer efecto y todo el dolor que sentía desapareció de golpe, comprendió que la función de un artista no está en realizar cada día la misma rutina esperando una idea sino que, para encontrar esa idea, hay que notar los matices que rodean el ambiente y experimentar con él, impregnarse de su mensaje y usarlo para escribir, encontró la fórmula para volver a sentir verdadera pasión por lo que le gustaba, encontró la llave para abrir de nuevo la puerta de la inspiración.

Bueno, nada más por hoy, disfrutadlo y compartidlo. Seguid con vuestras cómodas vidas.

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