lunes, 23 de diciembre de 2013

Impulsivamente activo...

Se despertó cuando un pequeño rayo de sol cruzó su ventana atravesando la fina cortina. Se levantó, fue al baño, aseó su cara y su cuerpo, en definitiva, hizo lo mismo de cada día sin saber que ese no era un día cualquiera. Él igual se creía un mero estudiante de relaciones laborales con 19 años, aunque las dos décadas no le quedaban lejos, y creía que simplemente hacía lo mismo que hacían los demás jóvenes de su edad, cosas  como salir de fiesta, beber, quedar con sus amigos, conocer gente nueva, salir de fiesta… sin saber que ese día no iba a ser uno de esos en los que simplemente era y hacía tantas cosas. Miró el calendario al levantarse, ya estábamos en diciembre y el frío psicológico, más que el físico, hacían que levantarse de la cama cada día fuera una lucha que las sabanas solían ganar, pero ese día dejo la cama rápido, aquel día se separó de su mejor amante antes de lo normal. Él vivía lejos, bastante, por lo que la parada del bus era su punto obligatorio cada mañana y ahí se dirigía a pesar de la espesa niebla que había bajado ese día de repente quizás porque se sentía sola o por mero gamberrismo. Conforme se acercaba a la parada la idea de subir al autobús se iba disipando de su cabeza, no le apetecía, quería andar, sabía que iba a llegar tarde pero le daba igual, tanto que vio como el urbano llegaba, paraba, abría sus puertas para que subieran el resto como si fuera un rebaño y se iba aunque en ese pequeño intervalo el conductor le miró con una mirada de invitación a ser como el resto que rechazó rotundamente, ese día le apetecía innovar, como si su alma hubiera despertado de un pequeño sueño. Comenzó a andar hacia su destino, sin prisa pero sin pausa, lo veía todo nítido a pesar de no ver más que unos metros frente suyo, disfrutaba del paisaje y el frío simplemente hacía que se agazapara un poco sobre sí mismo. De repente comenzó a escuchar un ruido, un graznido, algo tan molesto que paro y comenzó a buscar que o quien era el causante de tan estruendo y buscando a su alrededor consiguió ver sobre una señal frente a él una forma negra que conforme se acercaba iba tomando la forma de un cuervo, un cuervo negro que le miraba fijamente y no le quitaba la vista de encima y él, por seguirle el juego, hizo lo mismo, y así se pasaron minutos y minutos, días y días, sin siquiera abrir la boca ninguno de los dos, sin hablar, sin moverse y la niebla había conseguido crear un espacio atemporal para este pequeño duelo. Mientras miraba los ojos penetrantes del ave pensaba en sus cosas, como “Yo iba camino de clase”, “me gustaría saber en qué piensa este cuervo” o “¿En algún momento se irá la niebla y volverá a verse el cielo azul?”, miles de ideas y cosas sin relación que pasaban por su cabeza mientras el cuervo le miraba fijamente sin hacer prácticamente movimientos pero, en un momento fue el mismo quién apartó su mirada de la del joven, y él se sentía realizado y un poco cansado de aguantar de pié todo el rato, así que se sentó en el suelo mientras no apartaba la mirada del cuervo a pesar de que este no mirara, algo que no duró mucho ya que sus ojos incisivos pronto se volvieron a posar en el joven pero esta vez lejos de la seriedad anterior, era una mirada casi hasta cálida; este juego de miradas ni por mucho duró como el anterior ya que, frente a la mirada absorta  y la boca abierta del hombre, le dijo:
-Muchas gracias- y todavía hoy no sabe si lo que me le impactó más fue que le dieran las gracias por algo desconocido para él o por el hecho de que un cuervo le estuviera hablando.
-¿Gracias?
-Sí, gracias, por actuar de esta manera; cualquier otra persona se hubiera quedado en la cama o habría subido al autobús o, mismamente, hubiera echado a correr o pasarían de largo sólo de ver que un cuervo les miraba, ni siquiera esperarían a que hablara.
-Hoy me sentía impulsivamente activo, nada más, hubiera sido un día normal y todo eso que has dicho habría sido mi rutina si no fuera por ese matiz.
-Igualmente, a pesar de que hoy sea un día puntual.
-Pues supongo que gracias, ¿me puedo ir?
-En todo momento has sido libre de irte, si estás aquí parado es por tu propia voluntad.
-Entonces creo que reemprenderé mi camino a clase – y siguió caminando, pero mientras se alejaba oyó al cuervo otra vez.
-No dejes de vivir, no vuelvas a esa agonía con la que vivías, esto no ha sido casual, nunca te rindas, nunca más.
Y mientras se alejaba oía los graznidos del cuervo, ya no su voz, sólo sus graznidos. De repente salió de la niebla y el día se volvió de color, parece que había caminado ya tanto que estaba al lado de su facultad y no tan tarde como esperaba y a cada minuto que pasaba el día le parecía más extraño, aunque luego durante las clases todo fue tan entretenido como siempre. Al llegar el final de la mañana volvió a subirse al bus para volver a su casa pero todo lo veía cambiado, no sabía por qué, pero la vida había cambiado de color y todo por no haber cogido el autobús, y aunque todavía no sabe si ese cuervo era real o simplemente un símbolo para recordarle que la vida hay que vivirla y no que pasarla a él le quedó claro todo, le quedó claro que no debía hacer lo que hacía el resto, que no debía dejarse llevar y su obligación era hacer lo que él quería y veía necesario, no por una mirada iba a dejar de hacer algo, no por una palabra iba a parar su vida, era su propio dueño y no iba a volver a rendirse, nunca más, la fuerza de voluntad iba a ser su mejor aliada y su meta estaría en el infinito, para no parar de avanzar nunca.
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Bueno, este realto va especialmente dedicado a una gran persona con quien, a pesar de haberle conocido hace relativamente poco, espero que entablemos una prospera amistad, y a la vez va dedicado a toda esa gente estética que o ve más allá de su rutina.

Bueno, nada más por hoy, disfrutadlo y compartidlo. Seguid con vuestras cómodas vidas.

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