La luz naranja de la farola
que se refleja en la carretera,
esa farola al final de la calle
que ha alumbrado tantas noches;
se oye como siempre
el caer suave de la lluvia,
la gota estridente del tragaluz,
pequeñas lágrimas de la barandilla
y pensamientos fugaces como la luz.
Ya no hay nadie en la calle
y la pobre pasea sola,
tantos que le dan la espalda
por tantos que la adoran,
unos la odian porque se caen sus divertimientos,
otros la adoramos porque nos une a su elemento
porque para ser libre
hay que ser agua
y para ser agua
hay que ser libre,
abrir mentes y barreras
aún siendo invisibles.
Sigue la luz naranja
inquieta en el suelo,
más arriba, en la pared
muestra gotas sin consuelo.
Bueno, nada más por hoy, disfrutadlo y compartidlo. Seguid con vuestras cómodas vidas.
Es algo melancólico, a la par que esperanzador. Otra entrada interesante en tu blog y como siempre es un placer leerlo.
ResponderEliminarUn beso.