Soy vecino del dinero,
de las desgracias de lo ajeno,
de curanderos y curanderos
y amantes cambiados por perros;
sabiendo todos y cada uno
de sus momentos de intimidad,
oyendo como discuten a gritos
camuflados por la gran ciudad
y yo, como siempre, desorientado,
ando tan y tan perdido
que quizás hasta encontrado.
Mi pequeño mundo
sigue siendo lo único entero,
es mi aura permanente
y ahí es todo como quiero
porque, qué más da la realidad,
si al fin y al cabo es tan subjetiva,
aunque no lo quieran valorar
y así dejar de pensar
en los negocios de la puerta,
en el inglés por el patio,
y demás vecinos que nos rodean,
yo sólo confío en ellos,
en que vivan por algo bueno
y una sonrisa en el ascensor,
un saludo en la puerta,
actos de amabilidad en serie
aunque ellos no se lo crean.
Bueno, nada más por hoy, disfrutadlo y compartidlo. Seguid con vuestras cómodas vidas.
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